La colada morada y las guaguas de pan guardan herencia de los Quitu Cara

A Rosa Naranjo, el aroma de la colada morada le recuerda a su madre. Cuando era niña, reunía a sus hermanos y juntos recogían el mortiño en una feria en Machachi. Viajar se convirtió en una tradición que se nutría con los ingredientes que su madre incorporaba en una vasija de barro en la que preparaba la tradicional bebida. Mientras mece la receta que prepara para sus hijos, Naranjo dice que la colada morada es una de sus grandes herencias culinarias y personales.
No olvida lo que le contó su madre: aunque la colada morada y las guaguas de pan protagonizan cada año el 2 de noviembre, Día de los fieles difuntos, su génesis va más allá del catolicismo. El origen de estos platos típicos se sitúa en las faldas de la región andina entre Perú y Ecuador.

El antropólogo urbano e investigador semiótico cultural Diego Velasco señala que la bebida nació en la época del incanato con la ceremonia Aya Marcay Quilla, que significa "mes de ‘cargar’ a los muertos".
El ritual, según el calendario andino, se celebró un periodo intermedio entre el Coya Raymi, equinoccio de septiembre; y el Cápac Raymi, solsticio de diciembre. Diversas investigaciones realizadas sobre el Aya Marcay Quilla citan la obra 'Nueva Corónica y Buen Gobierno' del peruano Guamán Poma de Ayala. En este texto, redactado hacia 1615, describe la conexión de los Andes con sus difuntos.

Según esta crónica, los incas solían momificar a sus muertos sentándolos con los pies cruzados y las manos sobre el pecho. En noviembre, los familiares visitaban las moradas- conocidas como ‘pucullos’- y extraían sus cuerpos para bañarlos y vestirlos con los mejores trajes que tuvieron en vida.

En una procesión los familiares paseaban a sus difuntos a la vista del pueblo. "Lo hacían como una manera de no-olvido a la memoria de sus difuntos. No para exhibirlos, sino para revitalizar lo que hicieron en vida. No lloraban; ellos celebraban", dice Velasco. Finalmente, los enterraban de nuevo en medio de una fiesta con danzas, rezos, cantos y comida.

El culto no podía culminar sin antes elaborar una bebida preparada a base de maíz negro, conocida como la ‘chicha morada’. Esta se servía acompañada de figurines con forma humana hechos con maíz.

Así, dice el antropólogo Velasco, revitalizaban el recuerdo de los suyos. "Lo que la gente a veces olvida es que esa chicha y los figurines fueron la primera versión de lo que consumimos ahora: la colada morada y las guaguas de pan", puntualiza.

En territorio ecuatoriano, las faldas del Ilaló, habitadas por la cultura milenaria Quitu Cara, (500 d.C) fueron los primeros puntos geográficos en los que se comenzó a preparar la 'chicha morada' y los figurines de maíz que también se consumían en el marco del Aya Marcay Quilla.

Con la colonización española, dice el antropólogo, los sacerdotes de la conquista prohibieron la práctica aborigen del Aya Marcay Quilla. Así, afirma Velasco, el catolicismo terminó suplantando a las fiestas andinas.

De esta forma, la celebración del Aya Marcay Quilla se reemplazó con el Día de los fieles difuntos que cada año se conmemora el 2 de noviembre.

Lo que sí se mantuvo, afirma Velasco, es el consumo de la ‘chicha morada’ con la incorporación de nuevos ingredientes. Con la conquista española llegaron al país la mora, el mortiño y la caña de azúcar, pero la harina de maíz negro (harina morada) pervivió como un ingrediente infaltable en la mesa de comensales tradicionales, además del ishpingo de la Amazonía.

En la preparación de las guaguas de pan, en cambio, se reemplazó la harina de maíz por la harina de trigo. Pero su forma no ha cambiado, pues continúa simulando a los difuntos que se ‘revivían’ en el Aya Marcay Quilla.

Michelle Garnica, estudiante del Colegio de Hospitalidad, Arte Culinario y Turismo (Chat) de la Univerdad San Francisco de Quito (USFQ) cuenta que con la modernidad, la morada, el mortiño y la harina morada son ingredientes inamovibles para la tradicional bebida, pero la creatividad está admitida.

La idea, dice, es integrar elementos que potencien el sabor de los alimentos como la piña o el babaco, frutos ácidos, pero es posible experimentar con frutas como uva o manzana, si se desea.

Para Diego Velasco, la vigencia de la colada morada en la actualidad es una muestra sólida de que la cultura es dinámica.

El problema, dice, es la desmemoria del origen. “Sería lamentable consumir la colada y las guaguas y solo quedarse con la visión de la época colonial. Lo importante es entender que es un símbolo de que somos una constitución multicultural. Es una bebida sinónimo del saber ancestral que reafirma la identidad y que solo vivirá con la aceptación de nuevas generaciones", concluye.

Cuando mira el espesor de la bebida, Rosa pausa su cuchara de madera. El aroma penetra por el rincón de su cafetería. Lo sirve como si fuese un ritual. Primero, saca de un cajón tres pequeñas vasijas. No son de barro, dice, pero les tiene cariño, pues fueron un regalo de su hija menor.

Deposita la colada morada en las vasijas y les añade dos hojas de naranja, así le enseñó su madre, cuando tenía 15 años. Está segura de que la preparación 'secreta' de su familia germinará en sus hijos y, con ello, el legado de su progenitora.
Si desea preparar su primera colada morada y guaguas de pan y no sabe cómo hacerlo, ingrese en este especial multimedia en el que encontrará dos recetas para compartir con su familia. 

Pinzones de Galápagos se alimentan con comida chatarra y se han acostumbrado a los humanos

Este tipo de aves que habitan en sitios urbanos se han acostumbrado a la presencia de personas e inclusive a la dieta humana, como papas fritas de funda y arroz, según los primeros resultados de la investigación que realizan en Galápagos.

Un grupo de científicos de varias universidades, entre ellas la Universidad San Francisco de Quito, en colaboración con la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG), estudian los efectos de la urbanización en estas especies que representan uno de los mejores ejemplos de radiación adaptativa.

A pesar de que una de las 14 reglas de visita de las áreas protegidas prohíbe tocar y alimentar a los animales, una de las consideraciones del estudio es que la tendencia de alimentar aves en sitios urbanos turísticos impulsaría la preferencia de los pinzones por este tipo de dieta, señala la DPNG.

Preocupación
Los científicos estiman que el cambio del comportamiento de esta especie, podría modificar el rumbo de su evolución natural.

“Nuestros hallazgos suscitan preocupación sobre el destino de los ecosistemas de Galápagos ante la creciente urbanización que está alterando las distintas dietas de estas aves, que debido a la especialización en determinados tipos de alimentos mantienen separadas sus especies con variados tamaños de picos”, sostiene Luis Fernando De León investigador de la Universidad de Massachusetts en Boston (Estados Unidos), y que dirige el proyecto que en la primera fase.

“El cumplimiento de las reglas de visita es importante para mantener la flora y fauna inalterable. Creemos en un desarrollo equilibrado, en donde la naturaleza y los asentamientos humanos que forman parte de ella puedan establecer una relación armónica” dijo Jorge Carrión, director del Parque Nacional Galápagos. (CM)

Fuente

El hallazgo de aves en el Ecuador se estancó

Un ave de cabeza verde y cuello color azul intenso llamó la atención del investigador Francisco Sornoza hace un año, cuando visitaba el Cerro de Arcos, en la provincia de El Oro. La coloración de su cuello era algo que no había visto antes en los ejemplares de la especie a la que suponía pertenecía este colibrí.
El investigador tomó una foto y la compartió con otros colegas, sin imaginar que su encuentro marcaría el hallazgo de una nueva especie para el Ecuador, después de casi 20 años sin tener descubrimientos de aves en el país.

En mayo del 2017 se iniciaron las expediciones para encontrar más especímenes. Después se realizaron análisis de cantos, genéticos, recolección de más información en campo y mediciones en el país y en el extranjero para asegurarse de que realmente se trataba de una nueva especie.

Tras todo este trabajo, este año ya se publicó el artículo a cargo de Sornoza y un equipo conformado por Juan Freile, Jonas Nils, Niels Krabbe y Elisa Bonaccorso. Este hallazgo es de gran importancia para el país, dice Bonaccorso, ya que no se había descrito una nueva especie desde el año 2000.

La bióloga evolutiva y profesora de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) explica que la falta de hallazgos de nuevas aves en los últimos años se debe a que este es un grupo muy estudiado en el mundo y el país. Los reptiles y los anfibios, por otro lado, son los que más se están descubriendo en la actualidad debido a lo poco que se conoce.

Bonaccorso cree que pueden encontrarse nuevas especies en el sur y suroccidente del país, donde la investigación ornitológica ha sido menor frente a otras zonas.

Actualmente, existen 1 691 especies de aves en Ecuador. En América del Sur, solo Colombia, Brasil y Perú superan esta cifra y mundialmente solo Indonesia está por encima de este país.

Juan Freile, quien es también autor del libro ‘Aves del Ecuador’, explica que la mayor parte de estos animales fue descrita hasta la década de 1940. Los descubrimiento desde los años 50 “son fruto de la suerte del investigador en zonas poco conocidas” y a causa de las investigaciones más específicas de las relaciones de los grupos de aves.

“En ornitología estamos en un estado de conocimiento más avanzado”, dice Freile, quien desde el 2005 organiza las reuniones ecuatorianas de ornitología. En estos eventos se reúnen investigadores, observadores y aficionados al mundo de las aves. A través de estos eventos, se crea el espacio para que se fortalezcan los vínculos y puedan surgir iniciativas o proyectos.

Para Freile, a pesar de que no son muchos los investigadores que se dedican a estos animales, existe una comunidad creciente de pajareros y observadores. La observación de aves, a diferencia de lo que pasa con reptiles y anfibios, dice, permite tener un grupo de personas más heterogéneo.

Bonaccorso coincide con que “hay gusto por observar las aves”. Ahora lo que se busca es que estas personas traten de estudiar las aves en un ambiente un poco más científico, para generar más datos que estén disponibles para estudios mas profundos sobre los peligros y distribuciones de estos animales. Freile explica que también están trabajando en la actualización del ‘Libro Rojo de aves’, que se prevé saldrá en el año 2019.